Construyo casi desde cero, como una máquina de creación salvaje que no se detiene hasta elaborar cada detalle, con la conciencia feroz y encarnada de que todo importa.
Todavía me recuerdo
frente al ventanal, sentada encima de mis cajas, deshilachando cada trozo de seda;
en mi mesa, escribiendo veloz en la libreta;
en la cocina, encendiendo velas;
en el jardín, mirando al cielo con Dory en mi regazo;
por la casa, caminando de un lugar a otro hasta el día siguiente.
Lo reproduzco todo en mi cabeza como una de las mejores películas que he visto,
y no renunciaría ni a una sola escena,
porque el compromiso con mi vuelo puede con todo.
Y cuando flaquean las palabras —
escritas en aquella carta pintada con pasteles,
envuelta en un abrazo profundo —
me recuerdo que también puedo parar.
Sólida.
Ese ha sido el adjetivo por meses,
a las preguntas internas y las de afuera.
Ahora, aquí, hoy:
Suave, lista y cantando.
