De frente otra vez, pero ahora, completamente desnuda.
No hay una sola joya que me adorne o me quite de encima la verdad del rostro.
No puedo moverme: estoy suspendida con la mirada vacía hacia el lago y con los ojos hacia adentro.
No encuentro formas de reparar.
Solo me desvanezco lento como el violín en Berglund. Y así, nuevamente carezco de forma.
Al parecer eso es lo único que permanece.
