LetrasDeMarea

Polaridad

Listones ultramar flotan con el viento hacia el puerto.

Contemplo la noche prusia, lo suficientemente oscura como para que solo el reflejo de la luna se asome con su brillo cósmico en la marina. Allí, sentada, casi como hipnotizada, el azul me inunda.

Me miro y sé que no tengo más que mis ojos, mis manos y mis preguntas, que parecen acumularse en otra de esas listas eternas que se desbordan de palabras.

Y sí, alcanzo casi todo, pero al mismo tiempo todo se gasta. Me inquieta cómo los colores danzan acuosos en el papel. Así que, por ahora, con un trozo de carboncillo, me basta para formar la silueta de aquello que viene. Y, aunque me convenzo de que no es visible, permanece sentado al borde de la cama.

Me guardo las inconveniencias y le trazo a mi pecho un cerrojo. No por miedo, sino por confianza. Porque, incluso con la ausencia del abrazo, aquí también el azul me sostiene.