Sonrío por dentro, incluso cuando, de mi mano,
la nostalgia se sostiene
como una niña pequeña que camina al lado de su madre
por una calle llena de gente, edificios altos
y sonidos insistentes.
A veces la sonrisa es sutil,
como la caricia del viento al atardecer,
que roza los hombros para recordar
que el sol vuelve mañana,
que los pájaros seguirán haciendo nidos,
las manos volverán a encontrarse,
las hojas reverdecerán
y los ojos,
los ojos para entregarse de nuevo.
El ancla y el bote.
Todo es relevante,
todo es una señal, un vínculo, un presagio,
un dolor, un recuerdo, un olor,
una palabra, un impacto, una intervención,
una ruptura, un desgaste, una oxidación.
Pero hay sonrisa en el caos,
y me descubro deliberadamente sin tregua.
Me detengo,
me descalzo
y miro la caja que guarda las caras del cariño.
Me detengo,
me sonrío.
Me detengo.
